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Mario Benedetti: Secreto designio de irreverencia.

" Mario Benedetti"













"Pongo estos seis versos en mi botella al mar







con el secreto designio de que algún día







llegue a una playa casi desierta







y un niño la encuentre y la destape







y en lugar de versos extraiga piedritas







y socorros y alertas y caracoles"











Haiku 15
la mariposa
recordará por siempre
que fue gusano







Haiku 159
si me enternezco
dejaré de ser justo
pero qué importa















POEMAS








Oda a la pacificación





No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico
de paz
pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan pólizas
contra la pacificación
y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no
quieren ser pacificados
cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar
y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro
es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser
pacificado por la espalda
o algún estúpido que se resiste a la pacificación a fuego lento
en realidad somos un país tan peculiar
que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será.










Cuestionario no tradicional










¿Qué piensa del frío?¿qué ha influido más en su obra literaria? ¿la lucha de clases? ¿garcía márquez? ¿el ron en las rocas? ¿el colesterol? ¿el grupo de chicago? ¿lo real maravilloso? ¿los pezones morenos? ¿el estructuralismo? ¿el churrasco? ¿dios? ¿el kh3?¿cuál es su odio más amado?¿padece de insomnio en la siesta?¿qué opina del páncreas?¿es usted soltero casado divorciado viudo homosexual impotente? (favor de subrayar la o laspalabras que corresponden a su estado actual)¿algún niño le ha impulsado alguna vez a encarar seriamente la reivindicación de herodes?¿cuál es su dolor preferido?¿ha codiciado alguna vez a la mujer de su prójimo? ¿y qué tal?¿de cuál de las galaxias se siente más distante?¿alguna vez ha escrito poemas con tinta violeta?¿por qué razón o razones no se ha suicidado?¿bosteza cuando revisa sus pruebas de galeras? ¿o sólo cuando revisa las de páginas? ¿o por ventura no bosteza?¿qué opina del diptongo en general? ¿o de algún diptongo en particular?¿cuál es su violín de ingres? ¿la cocina? ¿la rabdomancia? ¿el tiro al blanco? ¿acaso el violín?¿podría nombrar dentro de su última obra algún caso de analepsis interna heterodiegética? ¿curable o incurable?¿le agrada tomar whisky a la hora del ángelus?¿considera que la demencia puede ser un factor de alienación?¿es partidario o enemigo de la diéresis?y por último ¿quién cree que no es? ¿de dónde no viene? ¿a dónde no va?










TÁCTICA Y ESTRATEGIA .










Mi táctica es





mirarte





aprender como sos





quererte como sos .





mi táctica es





hablarte





y escucharte





construir con palabras





un puente indestructible .





mi táctica es





en tu recuerdo





no sé cómo





ni sé con qué pretexto





pero quedarme en vos .





mi táctica es ser franco





y saber que sos franca





y que no nos vendamos





simulacros





para que entre los dos





no haya telón





ni abismos





mi estrategia es





en cambio





más profunda





y más simple





mi estrategia es





que un día cualquiera





no sé cómo





ni sé con qué pretexto





por fin me necesites










FRASES DE MARIO BENEDETTI


Las hormigas trabajan sin parar porque no tienen sindicato.


El cangrejo anda de espaldas sólo para ser la excepción de que se enorgullece.


Mi enemigo me reconoció inmediatamente. Vino corriendo y me dio un fuerte y cordial abrazo. “Que bueno encontrarte”, me dijo en un murmullo, “ya me estaba quedando sin odios”.


La noche de los ciegos es la única de verdad. La de los videntes es una grosera imitación.


Mis alergias son pocas, pero respetables. Soy alérgico a nueces, al polvo, a las deslealtades, a la hipocresía y al presidente Bush.


Hoy amanecimos lavados por la lluvia y nos asombró vernos tan limpios, sin odios, sin rencores, sin caca de pajaritos, sin nostalgias muertas de hambre, sin basura. Ojalá mañana llueva torrencialmente.


La mentira más sincera es la que usamos al elogiarnos.


Ninguna guerra comienza antes que la religión la bendiga.


Juntando mentira tras mentira se puede llegar a una verdad un poco frágil, pero, sobre todo, a juntar dinero.


El exilio es el aprendizaje de la vergüenza. El desexilio, una provincia de la melancolía.


La felicidad no se consolida si no pasa por la tristeza.


El cero a la derecha junta millones. El cero a la izquierda funda utopías.


En las mentiras piadosas suele haber más mentira que piedad.


No hay Mar que por bien no venga.



El caracol anda siempre con su patria a cuestas.


Los bancos cierran los domingos, para contar sus moneditas.



Pregunta al azar: ¿por qué Benedetti?

José Carlos Rovira (Universidad de Alicante)


Imagino que todos supondrán el tono de interrogación retórica que tiene la segunda parte de mi título. Si me dedicara a responder a la pregunta -¿por qué Benedetti?- realizaría un ejercicio de estupidez ante las personas que están en la sala y que saben por qué están aquí. El título me surgió en una relectura de Preguntas al azar
(1), libro que, como intentaré señalar a continuación, marca una ruptura y una continuidad dentro de la obra del autor. Escrito entre 1984 y 1985 es, como dice su dedicatoria a Luz, un «brindis por el regreso» y coincide, al final de la dictadura militar iniciada en 1973, con el nuevo afincamiento de Mario y Luz en Uruguay. Hay un poema que me llama la atención. Se llama «Botella al mar» y es continuidad, ampliación, desarrollo de otro también titulado «Botella al mar» que el autor había publicado con una forma mucho más breve en 1979, dando título además a una sección de Cotidianas. El libro Preguntas al azar aparece publicado en 1986. Siete años por tanto median entre las dos versiones.
La primera es muy concisa, y está precedida por una cita del Altazor de Huidobro, «El mar un azar», y el texto dice:

Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.
La segunda, la que se publica en 1986, es mucho más amplia y está recorrida por un estribillo formado a partir del mencionado verso de Huidobro:

El mar es un azar
qué tentación echar
una botella al mar.
Los cuarenta y ocho versos del segundo poema van recorriendo lo que Benedetti pondría en su botella-tentación: un grillo, un barco sin velamen, una espiga, sobrantes de lujuria, algún milagro, un folio rebosante de noticias, un verde, un duelo, una proclama, dos rezos, una cábala indecisa, el cable que jamás llegó a destino, la esperanza pródiga y cautiva, un tango, promesas como sobresaltos, un poquito de sol, un olvido, el rencor que nos sigue como un perro, un naipe, el afiche de dios, el tímpano banal del horizonte, el reino de los cielos y las nubes, recortes de un asombro inútil, un lindo vaticinio, una noche, un saldo de veranos y de azules... pero, desechados todos los elementos de una enumeración no tan caótica como para que no sepamos que responde a elementos de su mundo poético y lingüístico, el escritor anula el posible envío afirmando:

pero en esta botella navegante
sólo pondré mis versos en desorden
en la espera confiada de que un día
llegue a una playa cándida y salobre

y un niño la descubra y la destape
y en lugar de estos versos halle flores
y alertas y corales y baladas
y piedritas de mar y caracoles.
Responden efectivamente, como habrán notado, a la misma idea con una dosis inicial de elementos posibles en el interior de la botella. El niño encontrará al final lo mismo, a través de palabras que garantizan la ternura de la acción y del poema. Los dos libros, las dos botellas, son además contiguas, aunque medien siete años entre la escritura de una y otra. Entre Cotidianas y Preguntas al azar hay otros dos libros de poesía, Viento del exilio de 1981, y Geografías -los poemas que abren cada uno de los relatos del libro homónimo- en 1984. Sin embargo, son Cotidianas y Preguntas al azar los dos libros que aparecen fuertemente vinculados. En la estructura de ambos, secciones de variada extensión de poemas se cierran o con una «Cotidiana», numerada hasta cuatro veces, o con una «Preguntas al azar» numerada también hasta cuatro veces.
En Preguntas al azar hay además otra reconstrucción de un poema anterior, éste muy antiguo. Se vuelve a escribir «Ésta es mi casa», basándose en algunos versos del que tenía el mismo título en Solo mientras tanto, el primer libro de poemas aceptado -en el 45 había aparecido La víspera indeleble que el autor no volverá a editar - publicado en 1950. El título, que recuerda un sintagma nerudiano de Tentativa de hombre infinito, forma parte de la misma actitud de reconocimiento de un espacio que en Preguntas al azar se convierte en ampliación también desde «mi casa» a «mi región / o el laberinto de mi patria». Si releen los dos poemas notarán profundas modificaciones entre la versión de 1950 y la de 1986. Las que generan treinta y seis años de distancia y escritura. En síntesis rápida les diré que el segundo es un poema inequívocamente de regreso. He indicado sintagma nerudiano y quiero hacer un apunte rápido sobre esto. El poema de 1950 es un texto dependiente del «Ésta es mi casa» de Neruda y por este motivo me gustaría recordar un ensayo de Mario Benedetti que se titula «Vallejo y Neruda: dos modos de influir»
(2): en síntesis nos dice que Neruda ahoga por su caudal poético, y sólo tendrá imitadores por ello, mientras Vallejo libera la palabra y abre por eso una dinámica posible de originalidad para sus lectores-poetas. En el segundo poema, en cambio, Benedetti es vallejiano en el sentido que analiza el autor en su ensayo, en cuanto libera su palabra, sin dejar de ser Benedetti. Pero regresaré a otro tema, puesto que me estoy dando cuenta de que, al introducir éste sobre Neruda, estoy transitando ahora no por los cerros de Úbeda, sino por el cerrito, el de Montevideo.
Resultan significativas las dos reconstrucciones de poemas anteriores en Preguntas al azar. La de «Botella al mar» es una ampliación de una voluntad de comunicarse con el futuro -con ese niño que encontrará la botella- de un náufrago imaginario que llena su mensaje de elementos, lo amplía, para que al final sólo quede la naturaleza y la ternura. La modificación de «Ésta es mi casa» se nutre de un clima emocional de regreso no solamente al espacio inicial del hogar familiar, sino al más amplio y necesario de la patria abandonada. La atención y ampliación hacia los dos mensajes anteriores resultan significativas del sentido global inaugurado con la obra de 1986.
Seguimos con Preguntas al azar. Sylvia Lago se ha planteado en un capítulo que se titula «La pregunta reveladora» de su libro reciente sobre Benedetti
(3)
, la interrogación en el autor, centrándose precisamente en Preguntas al azar, y analizando que ésta forma parte de su manera de indagar en el universo, en sus estructuras secretas, en definitiva en su búsqueda de la verdad. La pregunta benedettiana es además generalmente una insinuación de la respuesta. Estando totalmente de acuerdo con el excelente análisis de la profesora uruguaya, quisiera abrir ahora otra posibilidad interpretativa sobre la interrogación basada en las épocas de ésta y, sobre todo, en su intensificación a partir del libro de 1986. Si recorren las páginas de Inventario Uno, es decir de los libros poéticos que van de 1950 a 1984, encontrarán en contadas ocasiones el recurso a la interrogación. Existe a veces la fórmula indirecta y pocas veces alguna interrogación breve, en secuencia de una frase, y ninguna vez la construcción nuclear de un poema sobre el recurso. «Cosas de uno» en Poemas de la oficina y «A ras de sueño» en el libro homónimo, mantienen formas interrogativas directas, pero sobre todo es en el último poema, en el que se establece un diálogo sobre la muerte lejana, tema que va a ser frecuente luego en el sentido de las preguntas de Benedetti. Cotidianas, en 1979, introducía ya tres poemas interrogativos en su núcleo de construcción: «Esa batalla», «País inocente» y «De árbol a árbol». «Esa batalla» sobre todo construye un espacio esencial de interrogaciones sobre el vivir, que nutre todo el espacio posterior de su escritura, que describo rápidamente: las preguntas en el poema surgen como temas esenciales de debate entre la vida y la muerte:

¿Cómo compaginar
la aniquiladora
idea de la muerte
con este incontenible
afán de vida?
y entre la nada que vendrá y el amor como invasora alegría. Surgen por tanto abriendo un amplio campo de activación interrogativa que, como he dicho, irá creciendo en el ciclo que comienza en Preguntas al azar. Cuatro «Preguntas al azar» se convierten en el libro del 86 en un rotundo núcleo interrogativo de una obra que contiene múltiples caminos enunciativos y afirmativos pero que esparce el espacio de interrogación en cuatro poemas que cierran conjuntos poéticos subtitulados, teniendo el último además la condición de cerrar la obra con la indicación precisa de «Final». Si repasamos los cuatro núcleos interrogativos nos encontraremos los siguientes temas:
-La primera «Pregunta al azar» es un poema de regreso en el que 93 versos se sostienen absolutamente por períodos interrogativos. Es la extrañeza del exiliado que se pregunta «¿Dónde está mi país?» y reconstruye en más de cincuenta secuencias la posibilidad de que esté en un lugar nutrido por la memoria, la historia reciente, los nombres queridos que han desaparecido, el horror que acaba de vivir la sociedad, las restituciones cotidianas, el amor, la esperanza, aunque por último la tensión de la búsqueda se articule en el interior del propio poeta, quien se interroga sobre la posibilidad del país interior, que viaja con uno mismo,

¿que al fin llega conmigo
a mi país?, se pregunta.
El espacio interrogativo cierra los enunciados también repletos de dudas de la sección «Expectativas», la primera de la obra, donde los poemas «Viajo», «Todo está lejos», «Expectativas», «Cosas a hallar», «El puente» son preanuncios de ese regreso que se cumple y por lo tanto el poema interrogativo que cierra responde a los núcleos que afirmativamente, mediando sin embargo la duda, han sido establecidos antes.
-«Pregunta al azar» (2) es un diálogo con un verdugo de la época reciente. Diálogo sobre la huida, sobre los fantasmas del pasado, sobre la culpa, sobre la frágil seguridad,

¿a dónde irás verdugo
si no hay cielo?
Esta pregunta cierra la sección «Rescates» y «País después», donde la sensación de regreso se aúna a recorridos por espacios cotidianos, por nombres desaparecidos como el poema a Zelmar Michelini, con encuentros con «los liberados», o con un impresionante «Diálogo con la memoria» en el que un poema inicial, en cursiva, se despliega luego en secciones de ocho versos que se abren por cada uno de los del poema: de «Las calles están muertas padecidas» a «¿No se tropieza por segunda vez?» la intensidad emotiva se desarrolla en enfoques de una cotidianidad que recorre calles, soledades, identidades, gargantas enrejadas, primavera con olor a invierno, pasado con gemidos, etc. Nuevamente la clausura de la serie, las preguntas al azar en el diálogo con el verdugo, construyen una preocupada emergencia sobre la sociedad que se ha transitado.
-«Pregunta al azar» (3) cierra las secciones «La nariz contra el vidrio» y «La vida ese paréntesis». El poema es un diálogo con la muerte a la que, al nombrarla, al interrogarla, caeremos fatalmente en la fosa común o el lugar común. El diálogo personal cierra ahora un largo recorrido en el que el tiempo, la ironía, las propias ruinas personales, la afirmación del futuro -«Lento, pero viene»- forman un cuadro de desactivación social directa del libro. Reemerge un sujeto lírico que juega entre los años, lo perdido, la extrañeza sobre uno mismo, los tiempos de ocio, la vida como paréntesis, la dicha clandestina, la muerte que es una sorpresa inútil, ese Benedetti definitivamente íntimo que quiere también protagonizar su tiempo personal.
-La última «Pregunta al azar», la número cuatro, cierra tres secciones: «Lugares», «Odres viejos» y «El sur también existe» -las letras arregladas para Serrat- y es un poema de clausura de la obra planteado inicialmente como un diálogo sobre el tiempo que queda por vivir. El diálogo es con el azar, que no responde. Quizá se haya muerto el azar, nos termina aventurando interrogativamente. Otra vez el tono personal de interrogación sobre el tiempo cierra un conjunto en el que nuevamente ha habido elementos de activación social, en una síntesis de la conjunción habitual de lo personal con la realidad.
Efectivamente, Preguntas al azar ha abierto con más fuerza el espacio de indagación en la obra del poeta, y ha sido la fórmula interrogante la que nutre un nuevo juego retórico que se acrecienta en la poética benedettiana, a partir de esta obra. Poemas interrogativos como «La fe», «Escondido y lejos», «Quimera», de Yesterday y mañana de 1988, «Utopías» -con fórmula de interrogación indirecta-, «Certificado de existencia», «Sembrándome dudas», «Lo dice Fukuyama», «Llave oscura», «Las campanas», «Desfiladero», «Somos la catástrofe», «Pero vengo», «De olvido siempre gris», «Aquí lejos», de Las soledades de Babel de 1991. Es, sobre todo, en el último libro El olvido está lleno de memoria, donde parece rotundo el espacio interrogativo como núcleo total o fragmentario de muchos poemas: «¿Cosecha de la nada?», «Te acordás hermano», «El porvenir de mi pasado», «Solazarte en ellas» -en las palabras-, «El autor no lo hizo para mí», «¿Nacido cuándo, dónde, por qué?», «Penúltimo mensaje del suicida indeciso», «Bellas pero», «Eurovisión 1994», «Si dios fuera mujer»- éste con un amplio espacio de resolución afirmativa e irónica-, «Júpiter y nosotros», «Quién sabe».
En el breve recorrido que he trazado les he llevado a algo que es fácil de compartir como afirmación, puesto que salta a primera vista. 1986 marca un tiempo de construcción interrogativa que no ha parado de incrementarse hasta ahora. Cabría, a tenor de lo dicho, apuntar algunas explicaciones para esta cuestión.
La primera, que sería imperdonable, es que yo jugara aquí a uno de los espacios habituales de la crítica llamada postmoderna. Algo así como intentar una lectura postmoderna de Mario Benedetti, que creo que Mario no me perdonaría, ni yo tampoco. Parece evidente que podríamos en cualquier caso afirmar el amplio panorama de incertidumbre que abriría la actitud interrogativa y decir luego cosas con el siguiente argumento: si Mario Benedetti intensifica en 1986 la incertidumbre, y ésta es uno de los paradigmas transitados -y trillados- por la postmodernidad, si Mario Benedetti olvida en 1986 su tono habitual de afirmación, de seguridad, a lo mejor es que este uruguayo se nos ha hecho un poco postmoderno. Es una tontería, pero les puedo prometer que este tipo de argumentación se ha utilizado para varios autores, por ejemplo para Pablo Neruda, y algún crítico, por otra parte riguroso generalmente, se ha sentido satisfecho al hacerlo. Las opiniones del propio Mario sobre la cuestión postmoderna evitan este juego como camino posible.
Lo que parece es que el tiempo de la obra de 1986 abre en Mario Benedetti una dialéctica de interrogaciones que transforma el espacio afirmativo en el que su obra se había desarrollado. En el regreso a Uruguay podríamos hablar de un tiempo de menos seguridades, quizá. Son los años, la historia vivida, no sólo por el sujeto poético, sino por el mundo, por sus contemporáneos, es además sobre todo -y éste es el núcleo central de la pregunta benedettiana- una forma de interrogarse sobre el tiempo y uno mismo. En los dos libros que forman el tránsito de Cotidianas y Preguntas al azar, hay ya fórmulas interrogativas esenciales. En Viento del exilio sólo en dos poemas: «Happy birtdhay» y «Cuestionario no tradicional». En el primero se inaugura una forma constructiva que resuelve la interrogación como algo definitivamente personal -y los que estén por aquí el viernes, por la Universidad digo, podrán comprobarlo en algo que todavía desconocemos-. En ese cumpleaños feliz se da quizá la mejor clave interpretativa para su mundo de interrogaciones:

¿qué será del amor y el sol de las once
y el crepúsculo triste sin causa valedera?
¿o acaso estas preguntas son las mismas
cada vez que alguien llega a los sesenta?
El discurso del tiempo, convertido aquí en discurso de la edad, nos puebla de incertidumbres mayores que muchas veces se resuelven en un espacio formidablemente divertido de bromas, como en las preguntas del «Cuestionario no tradicional» de Viento del exilio, donde la broma

¿qué opina del diptongo en general?
¿o de algún diptongo en particular?
[...]
¿podría nombrar dentro de su última obra algún caso
de analepsis interna heterodiegética?
¿curable o incurable?
nos conduce a la pregunta esencializada que cierra el poema:
y por último ¿quién cree que no es?
¿de dónde no viene? ¿a dónde no va?
También en Geografías algún brote interrogativo esencializaba el ámbito personal, como en la hermosa evocación de la avenida montevideana que le dicen que quedó sin árboles, ante lo que podrá preguntarse:

¿acaso yo no estoy sin árboles
y sin memoria de esos árboles...?
o la interrogación sobre la memoria y la historia reciente en el poema «Ceremonias», o la bellísima pregunta sobre el momento, el antes y el después, en uno de los más bellos poemas contemporáneos sobre el regreso, «Quiero creer que estoy volviendo»:

en qué momento consiguió la gente
abrir de nuevo lo que no se olvida
la madriguera linda que es la vida
culpable o inocente
Un discurso personal por tanto es el que se nutre del ámbito de la interrogación, resolviendo en ese mismo discurso la vida en toda su complejidad. Acrecentado por los años, por las incertidumbres del regreso, por la historia contemporánea, por la necesidad del recuerdo, etc., esta forma discursiva es efectivamente -y aquí citaré nuevamente a Sylvia Lago- una forma de acceso al conocimiento.
Como he dicho: se acrecentó en el tiempo posterior a 1986 y se hizo más sistemática. Pero quisiera hacerme una pregunta ahora que tiene que ver con cosas ya dichas e incluso con la tontería de la incertidumbre postmoderna.
Les estoy hablando de la interrogación y, para comenzar a concluir, me gustaría preguntarme a mí ahora si no es la totalidad de la obra de Benedetti la que está sujeta a un ámbito de interrogaciones, al margen de lo que les he contado de esta forma de enunciado poemático y su ampliación a partir de 1986. La idea sería bastante clara y tendría como núcleo la totalidad de su obra ensayística, por ejemplo. Incluso, esa forma de escritura habitual que es el artículo periodístico. Plantearía en relación a la voluminosa obra ensayística y cronística de Mario Benedetti que surge en más de cincuenta años de escritura como respuestas a preguntas de alcance inmediato o de largo alcance que el autor se ha ido planteando y que forman la crónica de más de medio siglo nuestro. Pero eso nos ocuparía un tiempo muy amplio de fijación y diferenciación. La única diferencia que quiero trazar es que estas respuestas a interrogaciones acuciantes se identifican en el terreno cultural y social, mientras que las preguntas poéticas responden de una forma más general al terreno personal, a las incertidumbres de uno mismo cada día, a las grandes interrogaciones sobre el tiempo de uno mismo, sobre la vida, sobre lo que se está viviendo en un espacio de intimidad abierto a todo, a las pequeñas y grandes cuestiones que pueblan el mundo del autor.
Al concluir esta intervención, me doy cuenta que no he respondido a la pregunta al azar que les lancé al principio: ¿por qué Benedetti? Yo tengo que explicarlo explícitamente en la laudatio que debo realizar el próximo viernes y, por tanto, dejo todavía la pregunta abierta, pero en cualquier caso estoy seguro de que el sentido que tiene que estemos todos aquí, que vayan a intervenir y debatir a partir de ahora en los próximos días sesenta y cinco ponentes, es responder a esta pregunta al azar que, como les digo, lancé al principio sabiendo que no tiene más valor que el de ser una interrogación retórica.






Benedetti y el porvenir de su pasado





Gloria da Cunha-Giabbai (Morehouse College. Atlanta, Georgia, Estados Unidos)
En el poema «El porvenir de mi pasado» Mario Benedetti se pregunta sobre las posibles huellas que de él, en tanto ser humano, perdurarán indelebles en la posteridad. En tanto escritor, su presencia literaria tiene asegurada un sitial en la historia de las letras hispánicas mucho más preponderante del asignado por la crítica hasta el momento. Esta falencia nació gemela al éxito primerizo y todavía se advierte en la revaloración más completa y reciente de la obra benedettiana efectuada en 1992
(25). No obstante, una reinterpretación del significado de la misma en el contexto de la literatura hispánica revela un seguro porvenir para el pasado de Benedetti ya que sus originales creaciones reúnen las características de las de los escritores considerados clásicos, al convergir en ella el rico patrimonio acumulado en siglos de escritura y ramificarse en varias de las direcciones que ha ido tomando nuestra palabra(26).
Benedetti fue el primero en resquebrajar seriamente los muros del canon literario al hacer ingresar a él, firme y de su mano, a un personaje que, por su prosaica vida silenciosa y gris, había permanecido marginado hasta ese momento. Este personaje pertenecía a la clase media, clase formada por individuos de distintas procedencias amalgamados en las ciudades nuestras pero forjados en culturas y tradiciones desarraigadas, las de padres y abuelos. Recién al promediar el siglo, esta clase ubicada entre los extremos propios de la región, la pobreza y la riqueza, va adquiriendo uniformidad con las generaciones nacidas en Hispanoamérica, aunque no así poder político ni económico, y sin despertar el interés de los escritores debido a su insignificancia existencial. Estos, durante esta primera mitad del XX, continuaban una tradición literaria cansada y estéril que, más que captar la crisis social y política que se gestaba lenta en las entrañas del contexto, retardaba su reconocimiento
(27). Sin embargo, por esta misma época, y como en la España finisecular, la crisis que llevaría al desastre de dictaduras, exilios, cárceles y muertes, comienza a ser descubierta por la generación crítica de escritores como Benedetti que, como la de ese 98 español, cuestionaron severamente tanto la literatura como la historia oficial, revelando así un auténtico compromiso con la condición humana, eco del efectuado por Unamuno y sus contemporáneos(28). Entonces Benedetti, tenaz en su arremetida contra el canon, comenzó a narrar la intrahistoria de la humanidad silenciosa de su entorno cotidiano, formada por seres urbanos que no existían en la literatura que prolongaba la idealización de los habitantes del campo o el fracaso de los de las ciudades inmigrantes con el corazón frustrado y los ojos europeos vueltos al mundo civilizado de sus antepasados. Benedetti, por lo tanto, asume la categoría de un descubridor que percibió que los hijos de esos europeos ya no se sentían inmigrantes, sino «montevideanos» e hispanoamericanos porque pensaban, vivían y sufrían, en criollo y al margen, la diaria crisis de su comarca y el mundo. Al ser descubiertos, entran a la literatura con un bagaje social, político e ideológico particular pero representativo de lo universal, favoreciendo la comprensión, difusión y éxito del autor.
Con el descubrimiento literario de esta humanidad silenciosa, Benedetti adquiere también la calidad de historiador que, con rigor, examina y recrea personajes reales, de vida media, con ilusiones e ideales medios, con conflictos psicológicos medios, con una familia, amantes fugaces y una muerte simple, con una incipiente conciencia que les decía que la utopía de América, que atrajo a padres y abuelos, había sido un espejismo, y con una mediana educación que les permitía comprender que tenían que forjar la utopía propia. Inicialmente, Benedetti historió la conciencia de este ser descubierto y fue registrando, como en el diario de un descubridor, sus pequeñas aventuras e insignificantes tragedias
(29). Pero los descubiertos se fueron descubriendo a sí mismos en las creaciones literarias y, como ejerciendo la función más elevada de la literatura, se fueron transformando y politizando su urbe. Y este examen de conciencia colectivo los lleva a la acción, segunda etapa de la obra benedettiana. En esta, los personajes se diferencian y se polarizan y, junto al oficinista, al bancario, a las secretarias, los jefes, los empleados y profesores, a veces revolucionarios, aparecieron temidos antagonistas, el cobarde, el indiferente, el torturador, el delator. La lucha de estos personajes resulta sólo una culminación del forcejeo generacional de padres e hijos como los de Gracias por el fuego (1965), que, a su vez, ampliaron y agudizaron el cuestionamiento moralista de la radiografía practicada unos años antes en El país de la cola de paja (1960), tratando de salir de su laberinto de soledad urbana. Este enfrentamiento del presente de los personajes benedettianos replicaba fielmente aquel en que participaron los propios escritores, uruguayos y de otras regiones hispanoamericanas, parricidas literarios que cumplieron la importante función renovadora de eliminar la corrupción de formas, de ideas y de sueños ya pretéritos, pero manteniendo la herencia, no sólo para imponer una voz individual vacía de cuerpo(30). Esta historia de la polarización y del choque de la época de acción de los textos y del contexto benedettianos se sumariza ejemplarmente en El cumpleaños de Juan Ángel (1971) que culminó en el tercer período de la cotidianidad literaria, la del fracaso y de los exilios solidarios de Primavera con una esquina rota (1982) y Geografías (1984). En este período, por un lado, se imagina y narra desde la orilla española y lejana, la ciudad con sus letras amordazadas, con sus hijos indiferentes o quizás ya cautivados por otra suerte de revolución, la tecnológica, con su lenguaje nuevo, sus nuevos fanáticos, sus nuevos ideales, sus nuevas formas de relacionarse, de estar juntos sin tocarse, sin verse, sin solidarizarse, un nuevo ser humano medio en su ficción virtual. Por su parte, la cuarta etapa literaria, la que tan maravillosamente representa Andamios (1996), revela que la imaginación otra vez libre de Benedetti inventa que vivir es renovarse y construir permanentemente nuevas metas, reconociendo que no es el fracaso de la lucha por una utopía lo que deshumaniza a los seres, sino el de no tener una utopía por la cual luchar. De manera que esta historiografía de un grupo humano en particular que ha realizado Benedetti posee un valor extraordinario y excepcional en las letras hispánicas ya que medio siglo de la clase media urbana desfila ordenadamente vestido de auténtica humanidad y en todas las tonalidades posibles. Benedetti, sin abandonar jamás a sus personajes humanos, y siendo consecuente con los más altos principios e ideas de la tradición heredada, se ha transformado constantemente, hecho que explica la permanencia y revitalización de su creaciones por las generaciones más jóvenes. Por consiguiente, y sobre todo en Uruguay, en las creaciones benedettianas se apoyan, a veces inadvertidamente, las obras de los autores posteriores ya que el ser cotidiano de la clase media sigue predominando, aunque ahora habite una Montevideo «violenta e inhóspita», la del «fracaso» y el «desencanto»(31). Un análisis exhaustivo de las mismas revelará que los personajes, como sus creadores, proceden de los de Benedetti, son sus hijos literarios, tal vez sus nietos, aunque sus preocupaciones hayan tomado otros rumbos pero, en esencia, son los mismos.
El porvenir de ese presente pasado de Benedetti también está asegurado por los lectores, personajes ellos mismos, que han completado un triángulo de amorosa identidad. A diferencia de los personajes y lectores de otros escritores, que a veces existen sólo en un microcosmos, real o literario, los de Benedetti surgieron de otra suerte de «boom», de una explosión silenciosa en la ficción paralela a la realidad y que mantuvo sus creaciones literarias estrechamente unidas a la sociedad de la que son productos. El cambio que han ido experimentando los personajes es el mismo del autor y de los lectores, explicándose así la relación tan especial y única que une a Benedetti con los lectores-sus-prójimos pues se apoya en amor por quien le ha sido fiel en la defensa literaria de una mediocridad mal entendida
(32). Esta lealtad siempre en aumento ha logrado acercar, en complicidad e identificación, las naciones de Hispanoamérica a España y al mundo, al mostrarles que no es sólo cuna de lo exótico sino también de la simplicidad, la rutina y la soledad de seres urbanos descendientes de estructuras sociales y políticas similares.
No obstante, el valor de un escritor, en tanto descubridor, proviene del potencial de su descubrimiento, de la capacidad de no agotarse una vez desaparecido el inventor, en esa inmortalidad que adquiere y que prolonga gracias a la riqueza que encierra, así como también en la sangre literaria heredada por sus venas que lega a los escritores posteriores
(33). Benedetti, como ya se ha sido reconocido, es oriundo de Martí, Rodó, Vallejo, Neruda, y los más fieles legatarios de su literatura y de su visión urbana de la sociedad, son las escritoras. El espacio cotidiano que inauguró Benedetti ha sido por excelencia el de la mujer, aunque su expresión se retardó debido a la marginación literaria en que se las mantuvo. Ahora que su capacidad creadora no se pone en duda, como también es incuestionable el valor que poseen sus creaciones, las escritoras reiteran y reafirman la politización de ese espacio cotidiano. Este florecimiento literario se debe a que el personaje benedettiano aún tiene que experimentar nuevos cambios para eliminar estructuras mentales patriarcales anticuadas que lo moldean. Las mismas son observadas, analizadas y recreadas por la perspectiva femenina, revelando el autoritarismo familiar, social y personal en el que todavía se desenvuelven los personajes benedettianos, hecho que permite continuar el diálogo y el autoconocimiento iniciado medio siglo atrás en Uruguay. Estas características se presentan directa o indirectamente en la obra literaria de las hispanoamericanas, aunque dos son los nombres que ya se deben asociar a Mario Benedetti por la voluntad de historiar literariamente su contexto, el de la paraguaya Renée Ferrer y el de la costarricense Carmen Naranjo. En sus cuentos La seca y otros cuentos (1986) y Por el ojo de la cerradura (1993), Ferrer replantea los efectos del autoritarismo en la vida cotidiana posdictatorial y finisecular, presentándolos, al igual que Benedetti, como una lucha silenciosa de los personajes contra la deshumanización, reiterando la visión de las oficinas como cárceles de rutina de las ciudades hispanoamericanas, con su aburrimiento existencial, desesperanza, pasividad, incomunicación, mediocridad, alienación social, que pueden conducir a esos seres, todavía anónimos de poder y riquezas, al suicidio(34). Las obras de Carmen Naranjo, por su parte, como las novelas Los perros no ladraron (1966) o Memorias de un hombre palabra (1968), pueden considerarse una recreación desde la perspectiva de la mujer, curiosamente, casi paralela, del mundo benedettiano de La tregua (1960) y Gracias por el fuego (1965). En ellas aparecen los mismos burócratas de clase media de un sistema que va deshumanizando a los seres al condenarlos a mediocracia perpetua y sin posibilidad de escape de la rutina de escasez, ansiosos de una subida social desplegando las únicas armas que poseen, el egoísmo y la cobardía(35). La similaridad de las preocupaciones de Naranjo con las de Benedetti, y que se manifiesta también en la predilección por géneros híbridos, culmina en la colección de cuentos Otro rumbo para la rumba (1990) en los que la autora cuestiona críticamente, y con una ironía y humor de corte benedettiano, los conflictos que todavía en este fin de siglo se les presentan a los seres de la clase media empobrecida y abandonada por la dirigente, que continúa proponiendo soluciones ficticias a su males reales. Ante estas quimeras, los solitarios tratan de construir y concretar nuevas utopías, aunque sean chiquitas. Una de ellas es la emigración ilegal a Estados Unidos que pone en evidencia un fuerte paralelismo con el exilio político de los personajes benedettianos ya que, y a pesar de las diferencias entre las razones para abandonar el país, los indocumentados se enfrentan al mismo choque cultural y deben vadear los mismos obstáculos. De manera que estos nuevos acercamientos y visiones desde la perspectiva femenina, reafirman, enriquecen y perpetúan el valor del mundo literario creado por Benedetti.
El Benedetti narrador completa la humanidad de sus personajes en los poemarios y ensayos, corroborándola en las obras de teatro y las letras de canciones, ya parte del patrimonio de la tradición oral. Los primeros, como ya ha sido reconocido en innumerables estudios, trasmiten la visión poética en himnos populares al dolor cotidiano cargados de amor, otros poemas descubren la inmensa profundidad emocional de los seres encerrados en la cárcel diaria y muchos que revelan los más recónditos sentimientos ante el libre vagar por el mundo con ese encierro a cuestas. El ensayo benedettiano, por su parte, deviene el ágora en el cual se da voz y se expresa directamente las preocupaciones sociales, políticas y culturales, renovando viejas polémicas metamorfoseadas en nuevas formas. Tal es el caso de la apasionada oposición de Benedetti a Estados Unidos. Pero este secular antagonismo que hereda es mantenido para impedir el retorno a la imitación, tan temida por Bello, Martí o Rodó, a la copia facilonga de un estilo de vida ajeno, para que el hispanoamericano continúe construyendo su propia utopía. Es por esto que, como sucede con todo autor clásico, muchísimas de las afirmaciones de Benedetti conservan intacto su valor ya que tienden, hoy después de casi medio siglo, a perpetuar un aspecto esencial del hispanoamericano, la búsqueda infatigable de la utópica plenitud humana
(36). En cuanto a los ensayos que se refieren a la posición del escritor, la evolución de la literatura, los escritores y críticos, nuevos y extranjeros, revelan la lealtad del Benedetti con la tradición hispanoamericana iniciada por Bello, Martí, Rodó, recuperada y ampliada por los grandes de este siglo, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, siempre atento a los cambios que experimenta el acontecer occidental, pero con los pies firmemente plantados en la América nuestra.
El proceso de seguir la aventura existencial de sus personajes desexilia a Benedetti de sus raíces españolas. Las creaciones en estas tierras antiguas son rápidamente aceptadas por los nuevos lectores, algunos de ellos también sus nuevos personajes, lo cual demuestra que él es un activo portador de los rasgos más sobresalientes de la tradición literaria hispánica. Recordemos al Cid, el héroe tan humano que marca esta literatura con el dolor del destierro, jamás abatido por la ingratitud y la traición, como revela el juglar que Benedetti emula siglos más tarde al historiar las pequeñas conquistas y derrotas, en las que él se confunde con sus personajes. Su exilio español también es, en parte, producto de una sociedad hipócrita y apegada al dinero, como lo denunciara el Arcipreste de Hita, y lo hiciera él mismo siguiendo la vena moralista quevediana, males para los cuales se inventa con sus personajes un ideal utópico de salvación colectiva cuyo más ilustre predecesor es don Quijote, aunque Benedetti haya tenido que desdoblarse en Sancho y Cervantes. Pero Benedetti ha necesitado empaparse del Padre Feijoo para tratar de sacar a su gente de la ignorancia o para hacerle ver que ésta era humana, no sólo hispanoamericana, valiéndose de los ataques de Larra contra la sociedad o de los que lanzara, aguda e irónicamente, Mesonero Romanos, contra aquellos seguidores ciegos de modas literarias ajenas. También se observan claras huellas de Doña Perfecta de Galdós en los padres benedettianos, en esos ecos de Saturno destruyendo a sus hijos. Pero la veta de pensador ante el dolor humano de su comarca y su tierra grande, la preocupación por la figura humana de Dios, Jesús, exiliado, traicionado, solidario, y la constante idea de la muerte y la inmortalidad que ronda sus creaciones, son propias de Unamuno, hecho observado desde hace ya muchas décadas
(37). Estas influencias y permanencias también se vislumbran en el «compartir palabras», en ese revitalizar las de otros escritores que padecieron sufrimientos semejantes, como las de Blas de Otero, de Antonio Machado, de Rafael Alberti, que definen y mantienen la identidad de los pueblos iberoamericanos(38).
En última instancia, Benedetti, no sólo tiene asegurado su porvenir por haber creado un presente mediante la recuperación de los rasgos eternos del pasado, sino también por adelantarse casi cincuenta años a la literatura universalizante propia de este fin de siglo, la cual se enfoca fundamentalmente en los conflictos globales de los seres cotidianos, asegurándole así al creador su presencia permanente en la posteridad por las posibilidades infinitas que su obra conlleva. De modo que, si bien la obra literaria benedettiana emanó inicialmente de la minúscula realidad montevideana, actualmente el lector de allende las fronteras, incluso de las hispanas, la reconoce como suya, quizás principalmente porque puede ser considerada las Memorias de un hombre palabra, como reza el título de la novela de Carmen Naranjo, puesto que él, Mario Benedetti, como dice un personaje de la misma, encarna al amigo auténtico de los seres humanos:

La amistad es tejer historias para los otros, es hacer a los hombres historia, es brindarles nuestras palabras, es prestarles nuestra imaginación, es decirles «están vivos y no serán fácil presa de la muerte», es entretenerlos con sus propias inquietudes, es ampliar sus versiones, es darles dimensión dentro de su breve tiempo, es esculpirles la memoria, es decirles que tuvieron, es señalarles la importancia de lo que fueron, es hacerlos propietarios de recuerdos, es introducirse en su propio monólogo, es enfatizar sus pequeñas importancias, es extender el panorama de sus días iguales. Y yo amigo, y yo confidente, y yo inventor de historias, y yo contador de cuentos, y yo constructor de episodios, y yo lustrador de semejanzas, me gano el primer galardón de mi vida, el galardón del primer eco.


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