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Stanislaw Jerzy Lec "Un aforista descabellado".




Pensamientos descabellados




Stanislaw Jerzy Lec

"Cada pendejo que se bate contra un ventilador se cree don Quijote"

"Dos líneas paralelas se encuentran en el infinito y no se lo creen"
"Para hacerse oír, a veces hay que cerrar la boca"
"Para ver-me/te, a veces hay que cerrar los ojos"
Stanislaw Jerzy Lec fue un poeta y practicante del inteligente y realmente creativo arte del aforismo.
El aforismo como posibilidad de síntesis y de vida. Es un planteamiento, sin duda, o un enfrentamiento... Sobre todo cuando son tan afilados y mortales como los de este judío polaco
un satirico noble que nacio en Lviv o Lemberg en el Imperio Austro-hungaro, hijo del Baron Benpn de Tusch y Adela Safrin, nobles exentricos que se hicieron Protestantes en un pais Catolico.
La familia se muda a Viena al comienzo de la Primera Guerra Mundial donde Lec recibe su educacion primaria. Despues de la guerra regresan a Lemberg donde Lec va a una escuela Evangelica. En 1927 se gradua de jurisconsulto y en historiador de Polonia en la Universidad de Lviv. Como resultado de sus actividades politicas tiene que huir de Lviv. Funda "el cabaret literario" junto a Leon Pasternak el cual fue cerrado despues de solo ocho funciones.
Segun Clifton Fadiman Lec fue un cazador cazado moldeado por la guerra y la revolucion. En medio de la guerra fue hecho prisionero en un campo de concentracion Nazi donde estuvo hasta 1943 cuando se escapo vistiendo un uniforme aleman llegando a Varsovia donde se une a la lucha en la clandestinidad.
Despues de la guerra continua escribiendo y vive dos años en Israel. Como se nego a aceptar el comunismo en Polonia donde trabajo como redactor de prensa, los Polacos lo castigaron quitandole el derecho a escribir y publicar sus ideas, derechos que fueron restablecidos a finales de los años 50. Su popularidad fue masiva aun y cuando sus aforismos eran anti comunistas y anti totalitarios. Muere en Varsovia en el año de 1966 donde el Estado le rindio honores funebres.

A veces algo nos pone un nudo en la garganta para no dejar que la voz del corazón nos llegue a la cabeza, o viceversa.
El fondo no existe. Existen sólo obstáculos a lo profundo.
Tengo pensamientos que no me confieso ni a mí mismo.
El auténtico exhibicionismo consiste en enseñar lo que no se tiene.
No os dejeis imponer la libertad de expresión antes que la libertad de pensamiento.
En tiempos de silencio basta con una palabra. En los llenos de palabrería con un silencio.


La estupidez nunca se pasa de la raya. Allí donde pone el pie, ése es su territorio.

Por tus palabras conoceré lo que querías ocultar.
No es fácil vivir después de la muerte. para alcanzar ese objetivo hay que emplear toda una vida.

No abras nunca la puerta a los que la abren incluso sin tu permiso.
A veces la mentira se ajusta tanto a la verdad que resulta difícil vivir en la rendija.
Alguna gente mira por sus ojos como por una escotilla.
¿Con quien se debe casar la libertad para que se multiplique?
El pesimismo y el optimismo difieren solo en la fecha del final del mundo
Nunca una pequeña gotita de nieve se ha sentido responsable por una avalancha
Todo esta en las manos del hombre...por eso, lavatelas frecuentemente.
Aunque a una vaca le des cacao, no ordeñas cacao.
El fango da a veces la impresión de profundidad.


“Yo quería darle al mundo una palabra. Como no pude, me hice escritor”





La historia de un judío que se escapó de un campo de exterminio alemán vestido de soldado nazi para luego unirse a la resistencia polaca es, de por sí, digna de contarse. ¿Qué pasa si este judío es además uno de los aforistas más afiliados que en el mundo han sido? Stanislaw Jerzy Lec nació en Lvóv en 1909, ciudad que durante la primera mitad del siglo xx fue una bola de ping-pong en manos de los dioses de la guerra: apenas se desató la Primera Guerra Mundial, pasó del Imperio Austrohúngaro al Imperio Ruso sólo para ser recuperada por los austriacos en 1916. En 1918 los nacionalistas ucranianos la proclamaron capital del país, condición que ostentó por unos meses antes de ser tomada por los polacos. Pasados veinte años, el pacto germano-soviético la convirtió en la capital de la Ucrania Occidental Soviética. En 1941, con la anexión de Polonia por el Tercer Reich, la ciudad se volvió alemana, y finalizada la Segunda Guerra en 1945, cayó bajo la sombra soviética. Tras librarse de una muerte segura a manos de los nazis, Lec hizo parte de un grupo de resistencia comunista durante el resto de la guerra y, una vez fue derrotada Alemania, vivió en Viena por un tiempo antes de emigrar a Israel hacia 1950. Allí permaneció apenas un par de años, pues descubrió que no era nada si no era un escritor polaco (que para colmos amaba la lengua alemana) y sin duda se sintió extraño en medio de las exóticas utopías sionistas, de modo que volvió a Polonia para sumergirse en lo que ya era una típica sociedad estalinista. Por algo decía Milozs que Lec “estaba más que iniciado en el siglo XX”. Lec fue primero poeta y ensayista. Luego, en 1956, empezó a escribir sus aforismos y pudo publicarlos en 1957, durante la relativa apertura de Gomulka, con un éxito inmediato. Aunque adicionados y reeditados en versiones varias, sus libros de aforismos son apenas dos: Pensamientos descabellados y Nuevos pensamientos descabellados. Ignoro si en el breve lapso de los diez años que le restaban de vida este aristócrata descarriado, que “imprudentemente” mantenía un retrato del emperador Francisco José en su despacho, se haya convertido en el mejor de todos los aforistas, pero sí puedo afirmar que los que se miden con él se cuentan en los dedos de una sola mano, la cual a lo mejor ha sufrido amputaciones. Lec dice en una frase, máximo en dos, lo que a cualquier Lichtenberg —venerado sea su nombre— le toma tres o cuatro. Sí, nuestro polaco tiene varios récords mundiales aforísticos, según lo podrán comprobar los lectores por la antología que incluimos adelante. El gran crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, que lo conoció hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, relata la siguiente anécdota: estando Lec en su lecho de muerte por cuenta de un cáncer, le llevaron las pruebas de su último libro. Al verlas las hizo a un lado diciendo: “ahora tengo cosas más importantes que hacer; estoy ocupado muriendo”. ¿Qué más podía decir un aforista impenitente ante la muerte?




"Aforismos"



Muchos boomerangs no vuelven: prefieren la libertad.




La estupidez es la madre del crimen, pero con frecuencia los padres son unos genios.




Los pensamientos, como las pulgas, saltan de persona en persona. Sólo que no pican a todo el mundo.




Sobre el cuello de una jirafa la pulga empieza a creer en la inmortalidad.




Aproveche la experiencia de los ornitólogos. Para que un escritor despliegue sus alas, es necesario que sea libre para utilizar la pluma.




Cuando lo confrontaron con su asesino, el cadáver no pu-do identificarlo.




Cuando un mito se estrella contra otro mito, la colisión es bien real.




“Sólo lo amenacé con el dedo”, dijo, poniéndolo sobre el gatillo.•




A veces el pescador es devorado junto con el anzuelo.




“¿Qué haces tú —me preguntó un amigo— cuando encuentras sobre tu cama al amante de tu esposa con otra mujer?”.




Al tumbar las estatuas, preserve los pedestales: pueden resultar útiles.




Cada pendejo que se bate contra un ventilador se cree don Quijote.




Soy bello, soy fuerte, soy sabio, soy bueno. ¡Y todo eso lo descubrí yo solo!




Cuando el chisme envejece se convierte en mito.




Hasta su ignorancia es enciclopédica.




Consejo a escritores: a veces hay que parar de escribir. Incluso antes de empezar.




La vida no le sienta bien a todo el mundo.




¿Puede hablarse de progreso cuando el caníbal usa tenedor?




La indignación nunca debe ser tan profunda que no pueda hacer explosión.




Abel fue el primero en comprobar que los muertos no pro-testan.




El dedo de Dios no siempre deja las mismas huellas dactilares.




La cara del enemigo sólo me asusta cuando veo lo mucho que se parece a la mía.




La clave de la situación con frecuencia está en la cerradura del vecino.




La perspectiva, ¡que cosa más maravillosa!, permite ver a los enemigos pequeñitos.




Se nota cuando un pueblo carece de voz, incluso si está cantando himnos.




En la capital hasta los perros ladran de forma más centralizada.




En la guerra de las ideas la que muere es la gente.




¿Por qué escribo estos cortos aforismos? ¡Porque las palabras me fallan!•




Siempre me dieron miedo los rifles descargados. Sirven para dar culatazos en la cabeza.




Es más fácil perderse en el bosque cuando éste ha sido ta-lado.




¡Piense antes de pensar!




Tormentoso es el mar de la indiferencia.




En todo espantapájaros duermen ambiciones de aterrorizar.




Cuando no sopla el viento, hasta una veleta tiene personalidad.




Ningún Torquemada podrá nunca extraer de la gente tantos deseos secretos como la sed de poder.




Uno puede cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos.




“No es nada más que un meteoro”, decía la vela con desprecio.




Lástima que el viaje al paraíso sea en ataúd.• Ni siquiera Abel puede darse el lujo de tener su propio Caín.




Algunos tienen que confiar en los colectivos.




El signo de interrogación es una exclamación que se cansó.




Todo es ilusión. Hasta esta frase..




Cuando salte de alegría, cuídese, no le vayan a mover el piso.




¿Alguien les preguntó a las antítesis si querían volverse síntesis?




Hubiera preferido que David matara a Goliat con un arpa.




Qué esnobismo. Quería ser el Gran Eunuco.




Muchos de quienes se anticiparon a su tiempo tuvieron que esperarlo en alojamientos poco confortables.




Muchos han querido hallar el huevo filosofal petrificando sus pensamientos.




Los ideales no son para idealistas.




¿Puede el caníbal hablar a nombre de quienes se ha comido?




El eslabón más débil en la cadena también es el más fuerte. Puede romperla.




Hay sabios que siempre se las arreglan para hacer una venia al poderoso al tiempo que muestran el trasero a los cortesanos.




Hable de manera inteligente: el enemigo está escuchando detrás de la puerta.


En los países en los que uno no se siente seguro en prisión, tampoco se siente seguro en libertad.




¿Cómo aplaudir a quienes nos han puesto esposas?




Al principio era el Verbo, al final, la verborrea.




No hay que hablar de la soga en casa del ahorcado. ¿Y en casa del verdugo?




¿Qué nos retiene en este globo, aparte de la gravedad?




Prefiero el letrero que dice: “Entrada prohibida” al que dice: “No hay salida”.




Ah, ¡si tan sólo se pudiera ordeñar a los chivos expiatorios!




El mundo es bello. Eso es justamente lo triste.




¿Alguna vez ha salido del ojo de la Providencia una lágrima humana?




No abras jamás la puerta a los que de todas maneras la abren sin permiso.




Hasta los imparciales no son imparciales. Están a favor de la justicia.




El beso de Judas cierra la boca a los poetas.




Uno puede morir en Santa Helena sin ser Napoleón.




No te hagas el esnob. No mientas jamás cuando decir la verdad da más ventajas.




Y pensar que con el fuego que Prometeo les robó a los dioses quemaron vivo a Giordano Bruno!




Cuando el caníbal regurgita con asco a su víctima, ¿puede hablarse de que la está afrentando?




El que perdió la cabeza tiene con frecuencia dolores de cabeza.




Uno puede cambiar de fe sin cambiar de Dios. Y viceversa.




¿En qué creo? En Dios, si acaso existe.




¿Qué le pasa al diablo cuando deja de creer en Dios?




Para un caballero, ni siquiera la propia muerte es una excusa válida




Habría que poner centros de desintoxicación para los ebrios de felicidad.




Entra en ti mismo sin golpear.




“¡Y, sin embargo, se mueve!”, gritó furioso el verdugo luego de la ejecución.




La administración de la injusticia se encuentra siempre en las manos equivocadas.




Eso que uno ni siquiera llega a imaginar, con frecuencia es posible comprarlo.




No es elegante sospechar de alguien cuando uno ya está completamente seguro.




Los puritanos debían de llevar hojas de parra en los ojos.




El ahorcado nunca estará a la altura de la horca.




Hay un golpe de genio en el instante en que uno descubre su propia falta de talento.




Cuidado cuando los que no tienen alas las despliegan.




El hombre: persona non grata.




¿Oyen ese ronroneo? Es el coro de las consonantes después del exterminio de las vocales.




La Revolución Francesa demostró con el ejemplo que quienes pierden son quienes pierden la cabeza.




No construyamos hospicios para la miseria intelectual.




¿Cómo reconocen la libertad quienes nunca la han tenido? Podrían sospechar que se trata de una nueva máscara del tirano.




Actos que nunca tuvieron lugar con frecuencia desatan catastróficas ausencias de consecuencias.




¡Hay que vulgarizar el elitismo




¿La explotación del hombre por el hombre? Pues bien, es humana.




La fuerza del arte: puede haber héroes cobardes.




Los que sobreviven a las tragedias no suelen ser los héroes.




A veces los laureles echan raíces en la cabeza.




El heno que ciertos poetas tienen en la cabeza según toda la evidencia es muy apreciado por Pegaso.




Cuando las fábulas políticas hablan de animales, es sin duda porque se viven tiempos inhumanos.




Apartémonos del camino de la justicia. Es ciega.




Cuando la humanidad tiene suerte, los crímenes se subliman en el arte.




“¡Señores, hagan su juego!”, y la bola terrestre se pone a rodar.




¿Cuántos ruiseñores tiene que tragarse un ave de presa para que comience a cantar?




Prohibido hacer reír a los tiranos sin dientes.




Hasta los Mesías esperan con impaciencia su propia venida.




Insomnio: enfermedad de los tiempos en los que se ordena a los hombres cerrar los ojos ante muchas cosas.




No sucumbas jamás a la desesperanza. Nunca cumple sus promesas.




Allá donde la risa está prohibida, con frecuencia uno tampoco tiene derecho de llorar.




El verdugo lleva generalmente una máscara: la de la justicia.




Problema de derecho: ¿hasta cuántos cadáveres tiene uno derecho de equivocarse?




El hombre puede dejar tras de sí un vacío minúsculo, por ejemplo, calibre 9 mm.




Un espinazo quebrado da lugar a una joroba psíquica




Algunos sufren de hipertrofia de las glándulas políticas.




Sólo la eterna insaciabilidad de los poetas puede saciar a la literatura.




Sé sentimental; eso te permitirá recordar incluso las viejas tragedias con ternura.

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